Cuando hablamos de economía colaborativa tendemos a pensar en el futuro, cuando la verdad es que es algo que ya está más que instalado en las sociedades europeas, incluido en la española. Aunque con camino por recorrer: la legislación e incluso la propia definición de lo que es la economía colaborativa siguen en el aire.
Definida por los expertos como el intercambio de activos infrautilizados o en desuso entre pares a través de plataformas o bases tecnológicas. Algunos ejemplos son el alquiler de viviendas que una persona no utiliza, el uso del coche de otro conductor por la ciudad o la posibilidad de vender o comprar acciones de plataformas sin comisión.
Esta alternativa surge ante un sistema económico longevo, el cual ha recibido críticas por su dificultad para satisfacer las demandas de los consumidores en una era marcada por lo digital.
Hablar de economía colaborativa implica hablar de transformación, de las formas, los modelos de negocio, los costes, las plataformas… Donde los proveedores y clientes toman el protagonismo y se ensalzan los valores sociales.
Josep Francesc Valls, profesor del Departamento de Márketing de ESADE, sostiene que la economía colaborativa supone “un cambio radical en el que las tecnologías han liderado modelos de negocio rupturistas”. “Su tendencia será de largo impacto”.
Tipología de economía colaborativa
Por lo general se habla de 6 grandes modelos de economía colaborativa:
- El Marketplace P2P: el intercambio entre iguales en una plataforma
- El pago de una comisión (fee) por servicio, como LetsBonus: la empresa toma un fee y promueve el consumo con su actividad.
- Modelo Freemium: se ofrece un servicio básico sin coste que, a su vez, previo pago permite acceder a una mejora en el mismo con más funcionalidades.
- Gestión y desarrollo de marcas blancas.
- Reciclaje o reutilización de bienes no deseados.
- Sistema de membresía donde los ciudadanos se inscriben en plataformas donde optar a descuentos y promociones.
Con este cambio en las bases de la economía se hace un uso racional de los recursos, a la vez que se potencia la limitación del consumo. Las empresas deben, por ende, estar preparadas para innovar de forma constante y deben tener una estructura laboral flexible para ayudar a avanzar de forma autónoma.
Sector en auge
Actualmente en España operan unas 400 empresas contabilizan desde Sharing España. Calcular el volumen de negocio que generan es difícil, aportan otros datos muestran el crecimiento del sector, desvelando, por ejemplo, que se crea una startup en el área de fintech cada 3 días, siendo éste uno de los sectores de mayor impulso.
Modificación de todos los sectores
Unos referentes mundiales que nos vienen a la mente al hablar de economía colaborativa son AirBnb y Uber, existiendo por todo el planeta, pero a nivel local surgen decenas de alternativas.
Aunque los expertos no apuestan por monopolios sí coinciden en que los grandes dominarán el mercado. “Quien golpea primero, golpea dos veces” dice Valls. Donde la tendencia es a la concentración con la creación de plataformas globales, otro futuro escenario podría ser el de mercados fragmentados, donde las startups tendrían difícil crecer, teniendo como uno de sus objetivos de ser absorbidas.
Esta extensión de las empresas de economía colaborativa no implica que en el camino no se den actitudes reprobables, pues cualquiera aprovecha los agujeros de la legalidad para obtener mayor beneficio. Al menos eso es lo que críticos destacan sobre la falta de regulación. En el caso de AirBnb se le acusa de pagar impuestos mínimos en las ciudades que opera, y es que al no conocerse las cifras de negocio de las grandes del consumo colaborativo, no están obligadas a hacerlas públicas, puesto que no cotizan. Los Detractores creen que gracias a esa falta de transparencia evaden impuestos, igual que los usuarios que rentan servicios sin licencia.
Por otro lado se critica cierta traición a las bases de la economía colaborativa. Valores como compartir, ayudar o mejorar el sistema no cuadran con buscar pagar impuestos mínimos como cualquier multinacional. “Se toman valores corporativos en vano”. “Deben pagar sus impuestos allí donde trabajan”
La legislación peca de lentitud
Según Valls “llevamos muchos años de economía colaborativa, necesitamos que el poder público establezca las normativas, que se adelanten y que no esperen diez años para legislar”. “Se está retrasando excesivamente en perjuicio de los antiguos y en beneficio de los nuevos”. Aunque existen visiones contrarias, donde la ley no está hecha para proteger al consumidor, sino al actor ya establecido perjudicando a cualquier nuevo actor.
La CE es consciente de la importancia de dar los pasos con seguridad: “la incertidumbre sobre los derechos y obligaciones de los usuarios y proveedores podrían convertirse en un obstáculo considerable en el crecimiento de la economía colaborativa”, concluía en enero. Se prevé que en junio la CE se pronuncia sobre el papel de las plataformas digitales en el marco del Mercado Único Digital y que en verano presente las guías para la aplicación de la ley vigente en la economía colaborativa.
En términos generales, actores y asociaciones apuestan por la convivencia. Con el ritmo de la legislación y los problemas que eso conlleva, los actores tradicionales son los grandes perjudicados, motivo por lo que piden un marco común y requerimientos en la competencia.
La economía colaborativas el presente y futuro, aunque queda mucho por acabar de pulir y sacarle provecho sin perjudicar a terceros.